
Treinta y tres pareciese que indica cambios o más bien, renacer. Para mi han sido un período de cuestionamiento y búsqueda interna y espero que terminen como un verdadero parto, doloroso pero finalmente lleno de felicidad, buenos augurios y muchas proyecciones futuras.
Pasar de los veinte a los treinta es un cambio importante, ganas y pierdes muchas cosas. Una vez escuche por ahí en un monólogo de TV, que dejas de ser veinteañera para convertirte duramente en treintona y vaya que es verdad, dejas de ser señorita, para ser automaticamente señora, lleves o no un anillo en el dedo. Y hasta extrañas más de algún piropo picante, esos que antes te molestaban y que ahora que por si resbalón te cae alguno, no falta el peruano de gustos robustos o el curao buena onda, te llegas a sonreir y a decir, "mish con todo lo caga que estoy aún tiro mis petardos".
Los treinta es una decáda de independencia y consolidación. Venir de una etapa en que todos te apoyan y te perdonan, por que sencillamente, la niña está estudiando para ser alguien en la vida y pasar a la etapa en que ya lograste el objetivo, tuviste la genial idea de irte de la casa y más encima se te ocurrió casarte o consolidar una relación con la convivencia, te aviso en que estás en la etapa en que todo el mundo espera que demuestres que te la puedes y que además te va la raja. Entonces, treinta y tres para mí significa presión!!
No de esa presión que se me sube de vez en cuando, si no de aquella que te hace sentir que todo lo que has hecho en los 3 años de treintona, no satisfacen ni tus expectativas, ni la de los demás. Lanzarse al mundo laboral con un cartoncito debajo del brazo, pensando en que todo el mundo gira entorno a ti, por que tu tienes el poder gracias a ese cartón super poderoso, es la primera desilusión que sufres. Las universidades deberían contemplar una catedra en quinto año y para todas las carreras, que tuviese por nombre "el titulo no es nada", de manera que te preparen para recibir el manso fletazo que significa salir a buscar pega, sobre todo con un titulo de una carrera que está archireventada, como la mía. Además ,deberían complementar dicha catedra con una pincelada de conceptos de emprendimiento, de manera de no morir en el intento, para aquellos valientes que son capaces de generar su propio negocio, el que no es mi caso. En esta etapa es cuando te das cuenta lo que vale tener un pituto que ayude, por que yo podría tenerlo pero es cero aporte, y cuando empiezas a darte cuenta que hacerte la simpática servía para generar redes sociales, pero nunca he sido muy buena actriz. Y es ahí cuando aceptas hacer cosas que no va con lo tuyo, en mi caso fue hacer clases y al final en vez de ayudarte, te baja el autoestima, de puro pensar que no estás ejerciendo lo que por tanto tiempo luchaste. Mientras vez que tus pares van ganando espacios, te aparece el lado envidioso, que a lo único que invita, es a compararte y a empujarte un poco más abajo.
Por otro lado, la presión social del matrimonio, si es que ya convives o estás soltera. Si ya estás casada la presión de que debes tener un hijo pronto, antes de que el tren se te pase. Para las que ya se atrevieron con un hijo, vamos por el segundo, que uno no es ninguno, solitos no se crían bien y así, la gente va con sus comentarios sutiles disfrazados de buenas intenciones, siempre introduciendote su mirada arcaica, sugiriendo y presionando con esas "pequeñas cosas", que a ratos se vuelven agotadoras. Los que es yo, opte por decir que no podía tener hijos y eso me ha facilitado tanto las cosas, ya nadie me pregunta, ya que es un tema supuestamente sensible para mí. Que tengamos que mentir para poder disminuir la presión, de todos aquellos que esperan que seamos perfectas.
Más de alguno debe estar pensando, a esta altura, por que me importa tanto lo que diga el resto. Resulta que el resto es familia, el resto son tus amigos y lamentablemente hay que reconocer que el resto está sumergido en lo cotidiano y que a la larga es el sistema el que obliga a todo el resto a esperar cosas de la vida, ir quemando las etapas que están predefinidas para un ser humano, que trata de ser exitoso, a través de lograr el equilibrio entre un buen trabajo, la familia, los bienes, la diversión y que por ende, si alguna de estas falla, es por que realmente no lo eres, no te la pudiste, recibiendo las malditas miradas compasivas y las tan odiadas palabras, calma ya vendrán tiempos mejores.
Mientras, uno se desvive por conseguir una pega estable, mientras piensas y tratas de decidir si quieres o no tener hijos, si te quieres casar o prefieres convivir, u otros casos en que se cuestionan por que el principe azul aún no llega?, empiezas además a cuestionar si lo que realmente escogiste para desarrollarte, fue acertivo o no. Y así pasa el tiempo, te detienes frente al espejo, te encuentras tan distinta, llena de nuevas marcas en la cara, un par de kilos de más y unas cuantas canas que se dejan ver en tu sien y te das cuenta que el tiempo corre, que ya vas en el tercio de la decada y sientes que no avanzas. Este ha sido el proceso más lento de mi vida, antes todo corria, pasabas de curso, veías que crecías, que cambiabas pero despúes de los treinta, todo se detiene y si tú no decides que hacer, la vida no avanza, te estancas. Epoca de decisiones, que para una mujer cobarde y envidiosa, se hace un tanto latosa.
En esta parte es cuando debería insertar el comentario positivo, un par de promesas, autoanimarme en fin, pero no todas las mujeres sobrellevan los treinta y tres como yo (¡¡menos mal!!), hay otras que son más activas, pienso que todas se deben cuestionar algo de lo que mencioné, pero son capaces de buscar y encontrar el como mejorar, avanzar o generar un quiebre. Mi amiga Quintrala dice que la vida se debe disfrutar a conchos, pero fue la vida la que se encargó de enseñarle ese concepto y vaya que la convenció rápido y a pesar que de vez en cuando se detiene como yo, rápidamente toma su maleta y esta llana a gozar cada oportunidad que se le presenta y llega a dar gusto verla sonreir, con sus treinta y tres bien llevados, creo que eso es parte de algún tipo de inteligencia del cuál yo no gozo.Y otras que simplemente se rinden y aceptan.
Mis treinta y tres están en el intermedio, no me rindo, pero no me lanzo, entre la juventud y la viejestud, entre la independencia y la consolidación, entre la cobardía y la envidia, pidiendo a gritos que alguien me empuje para poder llegar con dignidad a la mitad de la década y luego irme por un tubo al disfrute de los cuarenta.
Por otro lado, la presión social del matrimonio, si es que ya convives o estás soltera. Si ya estás casada la presión de que debes tener un hijo pronto, antes de que el tren se te pase. Para las que ya se atrevieron con un hijo, vamos por el segundo, que uno no es ninguno, solitos no se crían bien y así, la gente va con sus comentarios sutiles disfrazados de buenas intenciones, siempre introduciendote su mirada arcaica, sugiriendo y presionando con esas "pequeñas cosas", que a ratos se vuelven agotadoras. Los que es yo, opte por decir que no podía tener hijos y eso me ha facilitado tanto las cosas, ya nadie me pregunta, ya que es un tema supuestamente sensible para mí. Que tengamos que mentir para poder disminuir la presión, de todos aquellos que esperan que seamos perfectas.
Más de alguno debe estar pensando, a esta altura, por que me importa tanto lo que diga el resto. Resulta que el resto es familia, el resto son tus amigos y lamentablemente hay que reconocer que el resto está sumergido en lo cotidiano y que a la larga es el sistema el que obliga a todo el resto a esperar cosas de la vida, ir quemando las etapas que están predefinidas para un ser humano, que trata de ser exitoso, a través de lograr el equilibrio entre un buen trabajo, la familia, los bienes, la diversión y que por ende, si alguna de estas falla, es por que realmente no lo eres, no te la pudiste, recibiendo las malditas miradas compasivas y las tan odiadas palabras, calma ya vendrán tiempos mejores.
Mientras, uno se desvive por conseguir una pega estable, mientras piensas y tratas de decidir si quieres o no tener hijos, si te quieres casar o prefieres convivir, u otros casos en que se cuestionan por que el principe azul aún no llega?, empiezas además a cuestionar si lo que realmente escogiste para desarrollarte, fue acertivo o no. Y así pasa el tiempo, te detienes frente al espejo, te encuentras tan distinta, llena de nuevas marcas en la cara, un par de kilos de más y unas cuantas canas que se dejan ver en tu sien y te das cuenta que el tiempo corre, que ya vas en el tercio de la decada y sientes que no avanzas. Este ha sido el proceso más lento de mi vida, antes todo corria, pasabas de curso, veías que crecías, que cambiabas pero despúes de los treinta, todo se detiene y si tú no decides que hacer, la vida no avanza, te estancas. Epoca de decisiones, que para una mujer cobarde y envidiosa, se hace un tanto latosa.
En esta parte es cuando debería insertar el comentario positivo, un par de promesas, autoanimarme en fin, pero no todas las mujeres sobrellevan los treinta y tres como yo (¡¡menos mal!!), hay otras que son más activas, pienso que todas se deben cuestionar algo de lo que mencioné, pero son capaces de buscar y encontrar el como mejorar, avanzar o generar un quiebre. Mi amiga Quintrala dice que la vida se debe disfrutar a conchos, pero fue la vida la que se encargó de enseñarle ese concepto y vaya que la convenció rápido y a pesar que de vez en cuando se detiene como yo, rápidamente toma su maleta y esta llana a gozar cada oportunidad que se le presenta y llega a dar gusto verla sonreir, con sus treinta y tres bien llevados, creo que eso es parte de algún tipo de inteligencia del cuál yo no gozo.Y otras que simplemente se rinden y aceptan.
Mis treinta y tres están en el intermedio, no me rindo, pero no me lanzo, entre la juventud y la viejestud, entre la independencia y la consolidación, entre la cobardía y la envidia, pidiendo a gritos que alguien me empuje para poder llegar con dignidad a la mitad de la década y luego irme por un tubo al disfrute de los cuarenta.